martes, 13 de enero de 2009

Cualquier lugar pasado fue mejor.


El domingo estuve paseando por el pueblo en el que viven mis padres, donde me crié, a donde pertenece mi infancia. Aunque llevo más de veinte años sin vivir en él, todavía me cuesta esfuerzo decir que no soy de allí si no de donde resido.

Por eso ha sido duro comprobar que aquel lugar, el de mi niñez, ya sólo existe en mi recuerdo. La ha  suplantado una medio-ciudad que me resulta extraña. El reencuentro fue como esas cenas de compañeros de instituto que se hacen veinte años más tarde, donde los adolescentes se han vuelto gordos, calvos y se mueven despacio, donde aquella chica que habitaba en tus sueños nocturnos ahora tiene bolsas en los ojos y el rostro cansado.

La fuente de los enamorados, a la que íbamos de excursión con el bocadillo y la fanta naranja de envase retornable, ha sido cercada por viviendas y se ha convertido en una especie de jardincito urbano. El campanario de la ermita que dominaba el pueblo desde lo alto de una colina, ahora apenas se vislumbra entre los tejados de las viviendas de nueva construcción. La mansión señorial por la que pasaba todos los días de camino al colegio la tiraron abajo para levantar bloques. El cine Cataluña, donde vi La Guerra de las Galaxias dos veces, porque era sesión era doble y continua, también fue derribada para...construir más bloques. Sí, se ha edificado mucho por allí ultimamente.

Las calles del centro tampoco son las mismas. La tienda de Can Catarineu es ahora un todo a cien. La oficina de correos es un restaurante. No está ni la papelería “El Nus”, ni la librería de la avenida de la paz ni, por supuesto, el salón recreativo en el que me gastaba la paga semanal. El campo de futbol ya no es un patatal, si no un mini-estado con tribuna acristalada y césped artificial. La plaza del pueblo es una superficie gris y fría, perpetrada por el arquitecto guay de turno.

Me planteé visitar a algún conocido de los que todavía vivieran allí, pero me di cuenta de que no quedaba ninguno. Los amigos que he mantenido se han trasladado y, los que no he mantenido, no tengo ni idea de donde pueden residir. Posiblemente en alguna de esas viviendas que rodean la fuente de los enamorados, con su mujer y un par de hijos.

Acabé metido en un bar para que terminar de pasar la mañana leyendo el diario y tomando un café con leche y un donut. Tras la barra un jovencito se reía de los meapinos, esa gente del área metropolitana que invade el pueblo los domingos, de camino a sus excursiones de dos horas por el campo. No supe si debía sentirme aludido o no.

domingo, 11 de enero de 2009

Nota personal I

Si la vida es sueño, mañana voy a estar lleno de vida: Se me acaban las vacaciones.